Cómo terminar dedicándote a algo que no quieres.
Siempre pensé dedicarme a la industria farmacéutica. Ya sabes, una mujer que ha estudiado 5 años, que se ha esforzado cada día, trabajando y yendo a la universidad todos los días a la universidad para poder tener un buen futuro.
Idiomas, libros, formaciones… ¿Qué menos que ir muy bien vestida y ganar mucho dinero?
Dicen que nunca sabes lo que puedes esperar de tu vida, y mentiría si dijera que hacer lo que hago fue mi primera opción.
El caso es que en mi universidad (en Elche), las prácticas son obligatorias y no hay industria ni nada similar, así que elegí trabajar 6 meses en una farmacia en Alicante.
Al principio no estaba muy convencida, me mandaban ordenar cajones y no podía hacer prácticamente nada (supongo que todos hemos empezado así en algún trabajo). Pero poco a poco fui teniendo más responsabilidades.
Todos los días venía gente nueva, hablaba con muchísimos clientes, casi todos ellos personas mayores (cosas de la vida).
Para que voy a mentir, yo era de las que pensaba que ser farmacéutica era saber algo sobre medicina y mucho sobre medicamentos.
Nunca creí que estaría tan equivocada.
Lo primero que he aprendido trabajando en una farmacia es que el tiempo pasa rápido, muy rápido.
Que lo que hoy damos por hecho hoy, mañana puede desaparecer. Que ese pequeño lunar al que no le damos importancia, puede ser más grave de lo que parece.
Que pasar horas y horas en la playa sin cuidar tu piel, ahora no tiene consecuencias, y quizá nunca las tenga, o quizá sí.
Déjame contarte algo que le pasó a una señora que vino a pedirme ayuda:
Domingo, típica comida familiar en el campo con su marido, sus hijos.... Todos sabemos como son estas comidas: cervecita, risas y disfrutar del sol en verano.
El caso es que después de comer siempre viene el momento de quedarse en la mesa, tomarse algo y ponerse a charlar. No sabe cómo exactamente, pero la conversación terminó con las típicas bromas de “te estás haciendo mayor eh”.
Una broma inofensiva. Posiblemente de uno de sus hijos o una de las personas que más le quiere. Pero destructiva.
Me confesaba que desde ese día, todo se ha vuelto más complicado para ella.
Muchas veces no damos importancia a las cosas, a los pequeños detalles. A un comentario, una mirada.
A veces no nos damos importancia ni siquiera a nosotros mismos.
Y yo, una mujer que había nacido para trabajar vestida de traje, en unas prácticas que no quería hacer, terminé aguantando las lagrimas delante de una señora y decidida a cuidar personalmente de todas las personas que pudiera.